"ELLA SE QUITA LA VIDA A DIARIO, NO SÉ POR QUÉ"
2.- Uno por otro.
Por Nixita Vega
Uno por otro.
-Hace muchísimo tiempo que los besos me dan asco.- Dijo ella.
Fue su última frase, justo antes de que él cerrara de un golpe la puerta. Su camino de vuelta le conduciría a esa asquerosa habitación de motel de carretera.
Había ido a verla desde algunos cientos de kilómetros y ella solo pudo decirle eso al despedirse. Al menos, había sido sincera. La gente que le rodeaba había dejado de serlo hacía demasiado tiempo.
Ahora le tocaba llorar, mientras conducía camino al motel, escuchando canciones que ambos habían cantado en cada uno de sus viajes. Canciones que sabían de memoria y habían reproducido en mitad de las plazas solitarias de los muchos pueblos que habían visitado.
A altas horas de la madrugada les daba por cantar y bailar.
Ahora recordaba ese día, en el que una vieja les arrojó un cubo de agua helada. La vieja indignada no paraba de gritarles. Ellos decidieron quitarse la ropa mojada para bailar aquel pequeño vals de Cohen. No había música, pero sabían de sobra la melodía. Solo tenían que cerrar los ojos y dejarse llevar. No eran tan jóvenes como para no saber que lo que hacían no era del agrado de los vecinos, que les lanzaban toda clase de objetos sin tino alguno.
Solo estaban viviendo.
-¿Quién puede dar marcha atrás en el tiempo?- Pensó él.
Aquellos días en los que abrir los ojos no le suponía una tortura a la retina. Cuando el llanto de ella dejaba el rímel de sus pestañas sobre su camiseta. Incluso con los ojos ennegrecidos su palidez era bella. Ambos reían y lloraban a la vez, mientras se abrazaban, fluyéndose el uno en el otro.
Demasiado bonito para ser verdad.
El tiempo y la madurez la habían erosionado. Él no entendía por qué era reacia a cualquier muestra de afecto.

-No soy digna de merecer nada. ¡Márchate!- Gritó ella.
Era lo que siempre decía. Aunque más que cuestión de dignidad era una mera excusa para no tener que besarle. Tenía que afrontar la decisión que tomó aquel día cuando él decidió dejarla. Cuando él pensó que ella estaría esperándolo cuando tuviese la intención de volver.
Ahora era demasiado tarde y se había estampado contra la realidad, rompiéndose en pedazos todo lo que un día se creó entre ellos.

-¿Quién era?- Dijo otro.
Al fondo de la habitación sonó la voz de un hombre. Era uno de esos amantes fugaces a los que había acudido en momentos de confusión y ganas de sexo sin complicaciones.
-Era él.- Dijo ella.
Mientras tanto, se quitaba la ropa y se soltaba su larga melena. Le indicaba la posición exacta donde debía estar mientras le susurraba:
-Solo quiero besarte.